La lluvia incesante erosiona la tierra, su material se derrumba, no queda nada del paisaje, salvo largos y estrechos pilares que se alzan contra un cielo inmenso. En una de estas islas, un superviviente permanece inmóvil, aferrado a su paraguas, su única arma contra el chaparrón. En los estrechos confines de este minúsculo escenario, los individuos se verán obligados a vivir unos encima de otros.